Always Ready 3 Blooming 0: a la tercera, la vencida en «el templo de la montaña»

Por Ricardo Bajo (*)

Introducción:

El Always Ready de Baldivieso necesita ganar. Llego en el teleférico y un hincha alteño de Bolívar me dice en una cabina de la línea azul: “cuando juegue mi equipo acá, hincharé por la banda roja, primero soy alteño”. Ese es el gran logro: la identificación de toda una ciudad (y las provincias paceñas) con un club, al que sienten como propio.

Baldivieso vuelve a la línea de cuatro y coloca a sus dos goleadores: Ovejero (el ídolo de la hinchada) y Ferreira (con Andaveris por un costado al medio). “Platiní” cumple y no aparecen los alaracos tanques de oxígeno en la banca de Blooming. El río Seco baja mojado. Las omnipresentes «vuvuzelas» se venden a diez bolivianos; los cuadernos de Always, a cinco pesos; y la linaza caliente, a un pesito. El fútbol es del pueblo en Villa Ingenio, el “estadio más alto del mundo”, como reza la bienvenida.

Nudo:

Ovejero y Ferreira se buscan, se entienden, arman una complicidad en “el templo de la montaña”. Detrás de uno de los fondos del estadio, la capilla de la Virgen de la Asunción y la cordillera nevada con el Huayna Potosí vigilante van a ser testigos de la primera victoria en el retorno a la liga del «millonario».

La eficacia de esa dupla trae un 2-0 tranquilizador al descanso, con mucho desborde por banda y centro buscando al doble nueve. Las pérdidas de pelota en salida y el mal estado físico de algunos “players” locales dejan un signo de interrogación para la segunda parte.

Desenlace:

“Baldi” toca a repliegue, junta a sus dos líneas para hacerse fuerte atrás, coloca a Smedberg para dañar por banda derecha. Blooming quiere pero no puede. El aliento de un centenar de sus hinchas es totalmente eclipsado por las «vuvuzelas» que todo lo pueden.

Sobre el final, Ferreira remata la faena. A la tercera fue la vencida. Always tiene todo para hacer de su «nido del condor» un lugar inexpugnable y así soñar primero con la permanencia y luego con un torneo internacional. Villa Ingenio y El Alto se lo merecen. Amor con amor se paga.

(*) Ricardo Bajo es periodista

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