El Alto, hoy

Hoy la ciudad de El Alto celebra sus 26 años como municipio independiente de la ciudad de La Paz. Y hoy, como todos los últimos años, una mirada al estado de la segunda ciudad más poblada del país muestra una imagen de construcción incesante, pero inconclusa y demorada; de carencias inaceptables, pero con estrategias sorprendentes para afrontarlas.
En efecto, la ciudad vecina a la sede de gobierno, que el 2010 tenía 960.767 habitantes, según los cálculos del Instituto Nacional de Estadística, muestra una identidad marcada por una composición social bastante homogénea, de raíces aymaras y ascendencia campesina y minera, que en la historia reciente del país se asocia con las luchas sociales que dieron paso a las transformaciones que hoy vive el país, fruto de una larga acumulación histórica. El Alto, pues, ha encarnado a la Bolivia profunda en octubre del 2003 y, más recientemente, a fines del 2010, cuando le recordó al Presidente del Estado su compromiso de gobernar obedeciendo.
Sin embargo, el estatus político del que goza El Alto no condice con el nivel de su desarrollo humano y económico. Probablemente sea esa pobreza estructural la que explica la capacidad de movilización permanente de los habitantes de esa ciudad, lo cual de ninguna manera puede justificar el que dicha pobreza no haya podido ser revertida hasta ahora.
El Alto, pues, es la ciudad que se construye cotidianamente desde sus calles, desde la actitud de sus ciudadanos, especialmente de las y los jóvenes, que encarnan la idea de lo colectivo sin los conflictos con lo individual que las miradas más conservadoras se empeñan en encontrar. Tómese como ejemplo el hecho de que El Alto tiene una muy baja penetración del servicio de internet en los domicilios, pero al mismo tiempo el mayor porcentaje de usuarios de la ‘red de redes’ entre la población.
Pero al margen de los indiscutibles logros de las estrategias que ponen en marcha las y los alteños para superar sus carencias y limitaciones, puede afirmarse que la tarea institucional de construcción de la ciudad está inconclusa, y al conocerse que su gobierno local ni siquiera cuenta con planos formales de la ciudad, por poner un ejemplo, se constata que está, además, demorada.
La celebración en días pasados de diversas actividades cívicas a propósito del aniversario de hoy ha servido para renovar las promesas y hacer brillar el discurso de admiración y compromiso con la población alteña. Pero cabe preguntarse si esta vez podrá darse el salto cualitativo y cuantitativo.
Por lo pronto, las condiciones políticas están dadas, pues no solamente el partido gobernante del MAS controla el Gobierno Autónomo Municipal de esa ciudad, sino que el Gobierno central se sabe en deuda con la población alteña. Ojalá sea posible.

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