La imposible unidad de todos en la actual transición boliviana

Por: José Quispe Vasquez (*)

En ocasión de las celebraciones de la independencia de Bolivia, otra vez, desde bloques contrapuestos, se planteó la unidad de todos los bolivianos para impulsar los cambios que tienen lugar, a pesar de todo, dentro de la transición que vivimos y protagonizamos. Incluso un grupo de gente de las capas medias hizo circular una carta en la que plantea la reconciliación entre sucrenses, chuquisaqueños y bolivianos. Asimismo, en la capital boliviana, algunos -con su vocinglería- desahuciaron la reconciliación que, sin rodeos, es un deseo ingenuo.
El diario La Razón, con ironía, le atribuyó a Evo Morales haber dicho, desde la Casa de la Libertad (6-VIII-09) que se acabó en el país la polarización y que por ello llamó a construir alianzas para trabajar por la patria. Sin embargo, en el día de las FF.AA. el Presidente convocó a éstas a derrotar otra vez a los separatistas, alzados el año pasado en son de golpe de estado.
El poeta Pablo Neruda, revolucionario y comunista, alguien que entendía el funcionamiento de la dialéctica, escribió que su partido le enseñó a establecer la unidad y la diferencia entre los hombres. Y, en consecuencia, decidimos entre las mujeres, las clases sociales y pueblos indígenas.

Aquí, especialmente desde la derecha, se parlotea sobre la Constitución Política, la democracia, el Estado, los cambios, la patria, la libertad, el crecimiento económico, la tierra agraria de todos. Con “Bolivia de todos” se puede resumir esa palabrería.

Sin embargo, uno de los primeros elementos que descubre esas mentiras es el silencio sobre lo que al menos puede ser una aspiración legal y legítima de los pobres: que al mercado concurramos con similar o igual capacidad de compra, que el crecimiento económico beneficie cuando menos a la mayoría (mejor si a todos), que la tierra sea para el que la trabaja personalmente (así se evidenciaría al que no la necesita), que la justicia se aplique sin discriminaciones derivadas de los bienes materiales que posean los litigantes, que la libertad de asociación sindical y política se la ejerza con los recursos materiales indispensables, que se articule la unidad de todos los bolivianos contra el latifundio improductivo, que la democracia (una forma de dominación) sirva no sólo para reproducirla sino para sustituirla por otra más avanzada, es decir, más democrática (acéptesenos la redundancia o que incorporemos la palabra definida en la definición).
La propuesta de unidad de todos los bolivianos o de la alianza necesaria y posible de los que apoyamos los cambios de este tiempo boliviano es la afirmación que buscamos analizar en la continuación de esta columna. Para ello, nos parece pertinente recoger lo que el Presidente de la República dijo, a propósito de las clases sociales y sus diferencias, en su mensaje del 6 de agosto, desde la Casa de la Libertad de Sucre:
“Seguramente aún tenemos muchas diferencias: y lo que heredé como Presidente de la República, ahora (en el) Estado Plurinacional, es un pueblo dividido en las clases sociales. Hay grupos que nunca aceptan que sectores sociales puedan mejorar sus condiciones de vida; hay grupos, familias, políticas externas que nunca permitieron que haya igualdad entre los bolivianos y bolivianas; hay grupos, o personas, o familias que siempre acapararon todo, ostentaron el poder político, el poder económico, no para todos los bolivianos y bolivianas, sino para algunas familias y, en los últimos años, en la aplicación de un modelo económico que nunca resolvió los problemas sociales, menos los problemas estructurales, (y) saqueó permanentemente nuestros recursos naturales”.
“Esa es la herencia que recibí como Presidente de la República, sin embargo, quiero decirles —queridos parlamentarios, embajadores, embajadoras, ministros, ministras, al pueblo boliviano, desde la Casa de la Libertad, un saludo especial al pueblo sucrense, al departamento de Chuquisaca y a todas sus autoridades, todas sus instituciones, fuerzas sociales—, que cuando hay decisión política en base a una conciencia social y con programas y proyectos, es posible llevar adelante nuestra querida Bolivia”. (Citas tomadas del discurso presidencial distribuido por ABI).

Y sobre las clases sociales, es necesario tener en cuenta la definición de Lenin:

«Las clases sociales son grandes grupos de personas que se diferencian unas de otras por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por su relación (en la mayoría de los casos fijada y formulada en la ley) con los medios de producción, por su papel en la organización social del trabajo y, en consecuencia, por la magnitud de la parte de riqueza social de que dispone y el modo en que la obtienen. Las clases son grupos de personas, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo de otro en virtud de los diferentes lugares que ocupan en un sistema de economía social determinado”
Marx explicó que él no descubrió las clases sociales y la lucha entre ellas en la sociedad burguesa (que ese hallazgo es mérito de historiadores franceses), y que el aporte suyo fue establecer que la lucha de clases es la que determina la sustitución de un modo de producción caduco por otro más avanzado.
El presidente Evo Morales no habló expresamente de la lucha entre las clases sociales en las que encontró dividido el pueblo boliviano, es decir, la sociedad boliviana. Sin embargo, nosotros interpretamos que, de manera implícita, hizo referencia a la lucha entre aquellas clases.

Pero, ahora, tratemos de leer correctamente la unidad o la confrontación de las clases sociales dentro del actual proceso de reformas avanzadas:

Si estamos divididos en clases sociales resulta una ligereza, para decir lo menos, proponer desde la trinchera de los pobres la reconciliación porque ésta sólo será posible si se renuncia, aunque sea parcialmente, a intereses materiales y, también, si se abandonan principios y/o derechos legítimos.

Entre pobres y ricos, es cierto, son necesarias algunas alianzas limitadas en sus alcances, como la defensa de la unidad territorial, durante una guerra internacional o para preservar la paz, recordemos que en la nueva Constitución Política se excluyen las guerras como medio para resolver controversias interestatales.

Es verdad que entre patrones y trabajadores hay relaciones de unidad y de lucha. La primera tiene lugar en el proceso productivo y la segunda emerge de los intereses distintos y contrapuestos entre los unos y los otros.
Los trabajadores, los pobres en una sociedad como la boliviana, no pueden unirse todos contra el latifundismo improductivo, precisamente, por los intereses opuestos e irreconciliables entre latifundistas y guaraníes de Alto Parapetí, para hablar de una realidad que todavía nos lastima debido a los problemas por resolver, como el esclavismo moderno de aquellos lugares.
Además, la unidad de todos los bolivianos para impulsar los cambios de este tiempo es una propuesta imposible de asumir como propia porque es una mentira cruel, así como es otra mentira, auque ingenua cuando no traidora, convocar a la reconciliación entre pobres y ricos.

Alianzas temporales para emprender tareas específicas, son posibles y hasta necesarias. Se trata de las alianzas propuestas por Evo Morales a la Prefecta de Chuquisaca y a la Alcaldesa de Sucre. Los ultraderechistas y/o fascistas de esa ciudad (los que silbaron en tono menor al Presidente y dijeron que los campesinos llegaron a Sucre porque les pagaron) rechazan incluso ese tipo de alianzas de corta duración.

Nosotros creemos con firmeza que es urgente ampliar la unidad social y política que apoya los cambios y al gobierno, pero primero que nada entre los pobres (divididos también en clases sociales desde antes del actual gobierno); unidad ampliada con los pueblos indígenas de las tierras bajas y altas, unidad de los pobres con las capas medias (arruinadas o que así se sienten y con las que no padecen merma económica de consideración). Quizá aquella unidad popular y nacional, amplia por su forma y profunda por su contenido, consiga algunas alianzas con empresarios, aunque sean pocos, con los que en el actual proceso consigan la realización de sus intereses sin lesionar los del pueblo.
La unidad nacional y social, amplia y profunda que sugerimos, sólo será posible, al comienzo, si se funda en la defensa y realización de los verdaderos intereses regionales, populares y nacionales, y si tiene como misión la defensa, consolidación y profundización de los cambios de la transición boliviana.
Aquella unidad, dentro de un proceso, debe apoyarse en un programa de la mayoría de los bolivianos y en ideas avanzadas sin las que son imposibles las transformaciones; todo para que el gobierno ejecute una política en la que, en todo momento, se realice los intereses de los pobres.
(*) Periodista independiente

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