Necesidad de la descolonización alimentaria en El Alto

Por David Alí Condori (*)

El 28 de marzo, en la Universidad Pública de El Alto, la Fundación Tierra presentó el estudio Sobrepeso y obesidad en la ciudad de El Alto, en el que se muestra que el 58,1% de las mujeres y 51% de los hombres adultos sufren de sobrepeso y obesidad en esta ciudad. Según el mencionado documento, la situación en otras regiones del país no son diferentes. En Beni, Santa Cruz y Tarija el indicador de sobrepeso y obesidad (Índice de Masa Corporal) estaría casi igual al de El Alto. Por tanto, el problema no es sólo de la urbe alteña, sino es un asunto global de Bolivia.

Esta situación es realmente preocupante, ya que el sobrepeso y la obesidad conducen a enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer y otras. Pero, ¿cuál es la principal causa que genera estos problemas de salud? ¿De qué depende la alimentación en nuestro contexto? En función de estas preguntas intentaremos reflexionar en el presente artículo.

El estudio presentado por la Fundación Tierra nos muestra que los problemas de sobrepeso y obesidad se deben a dos factores: la mala alimentación (el consumo excesivo de alimentos de alto contenido calórico y baja calidad nutricional) y el sedentarismo (la falta de actividad física para el desgaste de calorías acumuladas). No obstante, en nuestra opinión, la mala alimentación y el sedentarismo son productos de la cuestión económica, social y hasta cultural.

En la parte económica, por ejemplo, hay muchas personas que trabajan y no disponen de suficiente tiempo para preparar sus alimentos, por lo que se ven obligados a consumir lo que el mercado les ofrece, en cuanto a la alimentación. O, en otros casos, no cuentan con mucho dinero para comprar alimentos orgánicos, por eso, a veces, prefieren comprar un ají de fideo, que les cuesta más barato.

Asimismo, en la sociedad boliviana se ha asumido un imaginario deseable de alimentación moderna, que es digno de consumir; en desmedro de otras que aparecen como alimentos atávicos y arcaicos.

Los alimentos modernos son, por decir, las famosas “comidas rápidas” con sus bebidas gaseosas que las acompañan. Mientras que las comidas no deseadas, desde la subjetividad moderna, son productos producidos por nuestros pueblos indígenas, como la cañahua, habas, maíz, chuño, quinua y otros alimentos orgánicos.

En ese contexto, el sistema capitalista, a través de la cultura moderna ha homogeneizado y hasta universalizado una forma de consumo alimenticio, donde el productor ya no produce precisamente para alimentar a la población, sino para generar mayores ganancias. En consecuencia, si un producto alimenticio no es rentable, el agro-empresario estará dispuesto a no producir más. Por tanto, bajo esta racionalidad, las personas sólo son útiles en cuanto simples consumidores y generadores de ganancias para el productor capitalista.

A eso le acompaña el sedentarismo, ya que las personas del siglo XXI no caminan como antes; todo su traslado es por transporte automotor. Tampoco las ciudades ofrecen alternativas de tránsito, como ciclovías; hasta las canchas de césped sintético aparecen como espacios privatizados en Bolivia.

Ante esta realidad, emerge la necesidad de descolonizar y desmitificar nuestros hábitos alimenticios y volver a consumir los productos naturales y ecológicos, tal como lo hacían nuestros pueblos en la antigüedad. Con el tipo de alimentación que nos ofrece el mercado moderno, estaríamos condenados a ser obesos y tener sobrepeso.

Es momento de repensar en la alimentación orgánica y ecológica, aunque no es sostenible. Por esa razón, el Gobierno (central, departamental y local) debe generar políticas públicas a favor de la producción ecológica. Sólo así podremos hablar de la “soberanía alimentaria” para “vivir bien”.

(*) David Alí Condori es sociólogo.

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